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clandestinas tuvo que someterse, a qué profesionales se vio obligado a pedirayuda. Por fortuna para
Alfanhuí,
todavía estaban abiertas las consultasde Ramón, de Federico y de Antoine, los profesionales del muñeco demadera, del gallo parlante, la culebra de plata y los árboles multicolores.Reunidos los tres en tribunal
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tras una mesa repleta de fábulas orientales y apólogos chinos
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, dictaron la famosa sentencia, tan repetida entonces enlos cenáculos y tertulias y que ahora ni siquiera se recuerda. Algoreconfortado, pero igualmente inquieto, Ferlosio publicó el libro
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tan pródigo en diminutivos
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, creo que a sus expensas, y lo repartió entre susamigos, que le dieron una opinión favorable... Y ahí quedó la cosa, asatisfacción de todos, excepto de Ferlosio, el cual, una vez cumplido el prematuro sacrificio, cambió de rumbo y se dijo: «No más serpientes de plata, no más castaños de colores ni sillas con mal de hastío, no más servir aseñor imaginario.» ¿Pues qué? Entonces, a
El Jarama.
En verdad, sacó a un ahogado a flote y... no voy a decir lo que se perdió, porque, aun estando en el ánimo de todos, no tendrá nunca cabida en elmanual de la literatura española de posguerra. Pero yo no tengo el menorescrúpulo en afirmar que mi gusto se empareja mucho mejorcon
Alfanhuí
que con
El Jarama;
que la imperfección del primero me parece mucho más sugestiva que la perfección del segundo; que
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dejandode lado muchas chinoiseries y páginas de relleno poético
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toda la vena queinforma el primero y que, para un mejor control de la narración, fueextirpada en el segundo, constituye para mí el mayor aliciente de un librode ficción.
Como su título indica, mucho más que sucomposición,
Alfanhuí
consta de dos libros, claramente diferentes:las
Industrias
y las
Andanzas.
Las
Industrias
ocupan toda la primera parte (hasta la muerte del maestro en tierras de Guadalajara), que se halladominada por el rigor del cuento fantástico, del personaje autobiografiado
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no se olvidará el gusto de Ferlosio por un alfabeto propio, por suscitar laenvidia con su tinta de color sepia, subproducto de la destilación delagartos
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, sin la menor concesión ni consideración a las condicionesdomésticas del caso. Bien es verdad que en una gran medida esa primera parte se consume con una inventiva muy del gusto oriental
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las cosas quehabía en el jardín de la luna, las visiones que tuvo Alfanhuí el día de viento,el castaño y los pájaros de colores
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, cuya mejor aspiración es, al parecer, ladescripción de una naturaleza genérica y morfológicamente diferenciada de